viernes, 3 de noviembre de 2017

Sobre "El arrimón"



El primer deber del torero es no acercarse al toro. Y el del toro, no dejarse acercar. Un toro que se deja acercar, ya no es un toro. Un torero que se acerca al toro, es un jugador de ventaja, un tramposo.

Al toro no se le puede pisar su terreno, ni cerca ni lejos; es ganarle por trampa. El torero que pisa el terreno del toro, acaba con el toro y con el toreo: lo anula, lo destruye, convirtiéndolo en una pantomima ilusionista, generalmente sin peligro alguno, pero muy emocionante para el histerismo afeminado de los públicos virilistas, como el espectáculo de un domador de leones morfinizados.

José Bergamín, "El Arte de Birlibirloque"

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